lunes, 7 de marzo de 2011

un cafe con leche con mucha nata, por favor.

Es una mañana soleada de principios de mayo. Entro en la cafetería de la esquina, aquella tan
antigua. Los olores y sonidos embriagan todo mi ser: el murmullo de la gente, el olor a café y
tostadas, el sonido de las sillas al ser arrastradas. Me acerco a la mesa del final, la de la esquina, y
me acomodo en una de las sillas orientadas hacia la puerta. Siempre elijo el mismo lugar.
-Buenos días, señora, ¿le pongo lo de siempre? – me pregunta la camarera.
-Sí, por favor.
Un café con leche, con mucha nata, como siempre. Sí, ya sé que suena extraño, pero me encanta.
La camarera llega rápidamente con mi bebida.
-¡Que aproveche! – exclama.
-Muchas gracias, Carolina.
Aspiro el dulce aroma procedente de mi taza, la sujeto con ambas manos y cierro los ojos para
darle el primer sorbo.
En la primera mesa del local, una muchacha se muerde las uñas. Parece nerviosa.
-Buenos días, ¿has decidido ya lo que quieres tomar? – le pregunta amablemente la camarera.
-Gracias, pero estoy esperando a alguien, ¿te importaría volver cuando llegue?
-Por supuesto. – contesta la camarera sonriendo a la chica.
Al poco tiempo, la puerta del local se abre y aparece un joven bastante atractivo, pero cuya
expresión tan sólo expresa tristeza e infelicidad.
-Hola, cielo. – le dice a la chica mientras se acomoda frente a ella.
Ambos jóvenes evitan mirarse a los ojos. Desvían su mirada hacia cualquier otra parte.
-Buenos días, caballero. ¿Qué desean tomar? – les sorprende la camarera.
-Un café solo, largo. – responde el joven.
-Un café con leche. ¿Podéis ponerle mucha nata, por favor? – pregunta la chica.
-Claro, no te preocupes. – le responde la camarera.
Ya con sus bebidas en la mesa, los chicos alzan la mirada.
-Arturo, yo… Tengo que contarte algo. – comienza la chica.
-Yo también. – le corresponde él.
-Bien, pues comienza tú. – replica ella con nerviosismo.
-Clara… Esto…Esto no es fácil. – comienza él apartando la mirada – Tengo que irme. Acabo de
cumplir los dieciocho y ya me han llamado. Sabíamos que esto iba a pasar.
La chica lo observa con lágrimas en los ojos y se rodea el costado con un brazo.
El muchacho se levanta rápidamente, se sienta junto a ella y la abraza, meciéndola entre sus
brazos.
-Te quiero, te quiero. Te quiero muchísimo. Siempre te querré. No voy a olvidarte jamás, nunca, ni
aunque pasen miles de años. – la consuela entre lágrimas.
La joven se vuelve hacia él y lo besa. Un último beso, amargo, intenso, el último.

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